Libertad de Expresión
Los lazos entre los regímenes políticos característicos y los sistemas de medios son innegables.
Tal como consignaron antaño Siebert, Peterson y Schramm (Four theories of the press, Urbana, University of Illinois Press, 1956, p. 1), “la prensa siempre asume la forma y los matices de las estructuras sociales y políticas dentro de las cuales opera”. El mundo actual y la política son completamente distintos del Mundo bipolar que inspiró Four theories of the press. Y aun así, los estudios sobre sistemas de medios se aferran todavía a las premisas más sobresalientes de esta obra. Mediante la discusión acerca de su influjo normativo de dilatada duración, este artículo busca arrojar luz sobre las frecuentes discrepancias entre las democracias y las formas distintivas y el funcionamiento de los medios. Al mismo tiempo, en el trabajo se propone un marco analítico alternativo que albergue el estudio de las relaciones entre el Estado y los medios: el complejo político-mediático.
La libertad de expresión es esencial en sus propios términos. Es la mejor forma que tiene el ser humano de progresar. Ninguno de nosotros es perfecto y ninguno conoce toda la verdad. Por lo tanto, todos necesitamos participar en el mercado de ideas para encontrar la verdad y desarrollar el mejor camino a seguir.
Sólo el hombre, creación divina de Dios tiene el don de la palabra. Divina herramienta de la civilización que claramente nos separa de las demás especies vivientes del universo. “Y la Palabra se hizo carne, y puso su tienda entre nosotros, y hemos visto su gloria, gloria que recibe del padre como Hijo único, lleno de gracia y de verdad” (Juan 1,14). La palabra divina es el origen de todo, primero fuimos palabra y luego carne, sin la palabra no somos nada. Es por eso que el Derecho occidental recoge este principio en todas sus legislaciones, la libertad de expresión es esencial para la libertad individual y el desarrollo humano, sin esa libertad la divina la condición humana se pierde completamente.
La democracia mas exitosa en la historia de la humanidad se desarrolla en el continente americano, en el continente nuevo, que nació libre por la gracia de Isabel La Católica. Estados Unidos de Norteamérica desde su fundación recogió este principio divino y lo convirtió en ley escribiéndolo en su única constitución. La primera enmienda de la constitución de los Estados Unidos fue adoptada el 15 de diciembre de 1791, y está diseñada para proteger la libertad de expresión del ciudadano frente a los abusos del Estado. Su tenor es el siguiente: “El Congreso no promulgará ley alguna por la que adopte una religión de Estado, o que prohíba el libre ejercicio de la misma, o que restrinja la libertad de expresión o de prensa, o el derecho del pueblo a reunirse pacíficamente y a solicitar al Gobierno la reparación de agravios”. Los padres fundadores de los EEUU, quizás aterrorizados por la masacre de la Revolución Francesa (1789) y las miles de cabezas cortadas sólo y únicamente por hablar o expresar la religión católica.
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El hombre sin libertad de expresar su opinión, pierde su condición de humano, el don de la palabra es divino, la palabra crea, la palabra libera, la palabra santifica y también maldice, la palabra verdadera nos hace libres. Sin embargo, en el país que se ufana de ser “la tierra de los libres” —the land of the free— desde que empezó la llamada “emergencia sanitaria”, mal llamada para ser exacto, la libertad de expresión ha sido seriamente suprimida, utilizando mecanismos muy innovadores. El estado desde organizaciones federales y otras que reciben fondos del gobierno, se han convertido en la verdad absoluta, toda voz que se atreve a sugerir que los encierros masivos que suprimen los derechos civiles son inservibles e ilegales, es inmediatamente atacado, y de ser posible despedido de su empleo.
Introducción y contexto histórico
La libertad de expresión es un principio fundamental en las sociedades democráticas que garantiza el derecho de los individuos a expresar sus ideas, opiniones y creencias sin temor a represalias por parte del Estado u otros actores poderosos. Este derecho es esencial para el funcionamiento saludable de la democracia y la protección de otros derechos y libertades fundamentales.
En el corazón de la libertad de expresión reside la premisa de que la diversidad de opiniones y perspectivas enriquece el debate público y contribuye a la toma de decisiones informadas. Cuando los ciudadanos tienen la libertad de expresar sus puntos de vista, se fomenta el intercambio de ideas, se cuestionan las normas establecidas y se promueve el progreso social.
La libertad de expresión no solo implica el derecho a hablar, sino también el derecho a escuchar y ser escuchado. En una sociedad democrática, todos los ciudadanos deben tener la oportunidad de participar en el proceso de formación de opiniones y políticas, ya sea a través de la participación directa en debates públicos, la votación en elecciones o el acceso a una variedad de fuentes de información y medios de comunicación.
La importancia de la libertad de expresión en la democracia se refleja en su inclusión en documentos fundamentales como la Declaración Universal de Derechos Humanos y en las constituciones de numerosos países democráticos. Es reconocida como un derecho fundamental que protege la dignidad humana, promueve la rendición de cuentas de los líderes políticos y fortalece la participación ciudadana en la vida pública.
Sin embargo, la libertad de expresión no es absoluta y puede estar sujeta a ciertas restricciones en casos de incitación al odio, difamación, violación de la privacidad u otras formas de discurso que pongan en peligro la seguridad o los derechos de los demás. Es importante encontrar un equilibrio entre la protección de la libertad de expresión y la salvaguarda de otros valores democráticos, como la igualdad y la tolerancia.
La libertad de expresión es un pilar fundamental de la democracia que garantiza el derecho de los individuos a expresarse libremente y participar en la vida pública. Su protección y promoción son esenciales para el mantenimiento de sociedades libres, abiertas y justas.
La libertad de expresión ha sido un concepto fundamental a lo largo de la historia de la humanidad, aunque su alcance y aplicación han variado considerablemente a lo largo del tiempo y en diferentes culturas. Desde la antigüedad hasta la era moderna, la lucha por la libertad de expresión ha sido una constante en la búsqueda de sociedades más libres y democráticas.
**Antigüedad:**
En la antigüedad, la libertad de expresión estaba estrechamente vinculada al concepto de democracia directa, como se practicaba en la antigua Atenas. En la democracia ateniense, los ciudadanos tenían el derecho y la responsabilidad de participar en debates públicos y votar en la Asamblea, donde podían expresar sus opiniones y defender sus intereses. Sin embargo, este derecho estaba limitado a los ciudadanos varones y excluía a mujeres, esclavos y extranjeros.
Sara Nuñez de Prado
La ciudadanía y la difusión cultural
La política fue en las sociedad antiguas una actividad eminentemente comunicativa.
Ciudadano sujeto político activo: esa actividad intelectual se materializaría en la selección de asuntos de interés público a resolver.
Se supone que se trasciende el interés individual.
¿Que repercusiones tiene esto en terreno comunicativo? La sola definición de agenda política supone dar un paso muy importante en la definición de OP. Según Luhmann, la OP es el haz de luz que ilumina la escena en aquellas partes que merecen ser más destacadas. Esto supone trascender el interés privado. En estos momentos en Atenas no hablamos de una democracia representativa sino asamblearia. Los que están en la Asamblea se sienten los elegidos de velar por los intereses de la ciudad Estado, consagrando así el sistema que los privilegia.
En las ciudades-estado griegas (aunque no en todas), saber leer, escribir y contar era lo ordinario, entre los ciudadanos libres. Hemos dicho ciudadanos libres, y esta terminología deber ser explicada y situada en sus coordenadas.
En Esparta, por ejemplo, la difusión de la alfabetización, como existencia de tales ciudadanos libres, era absolutamente minoritaria. Esparta era una ciudad–estado situada a medio camino entre la comunidad primitiva que ha quedado históricamente superada y la sociedad con sentido de la propiedad privada que está alboreando y que ha quedado ya constituida en otras ciudades-estado de la Helade. En Esparta la tierra que el ciudadano recibe del Estado no es ransmitida por herencia al hijo mayor, pero si este no existe, volverá de nuevo a poder del Estado.
Formas, en definitiva, de propaganda.
Pero también aquí la ciudadanía era un privilegio. Y la nobleza ateniense era la encargada de mantener la continuidad de la misma.
El ciudadano, ese sí, era en la concepción de la polis ateniense un animal político. Formar al ciudadano –al hombre de las clases dirigentes- fue el ideal de la educación en Atenas y otras ciudades-estado similares. Los “ocios dignos” imponían nuevas enseñanzas. El Estado, por otra parte cuidaba que el acceso a la enseñanza superior quedase restringida: la entrada al gimnasio estaba vedada para aquellos que no habían cursado estudios en las escuelas y palestras particulares. Sólo eran elegibles para los cargos del Estado los jóvenes que habían pasado por las enseñanzas del gimnasio. La criba estaba servida: el acceso a la alfabetización era más común entre los ciudadanos griegos que el acceso a los cargos públicos.
En el ámbito de la comunicación los cambios antedichos son de un relieve descomunal.
Roma es la primera cultura en que la información transmitida era importante para el poder. Los antecedentes de la prensa escrita se remontan al “Acta diurna Vrbis”, una hoja de noticias en formato cartel, que, por orden de Julio César, entonces, cónsul, se publicaba diariamente y se colocaba en distintos lugares de acceso público del Foro, bajo el cuidado de los legionarios.Hay registros de actas de noticias aparecidas alrededor del 131 a.C. pero no fue hasta el año 59 a.C. que este boletín informativo con los acontecimientos oficiales se empezara a redactar de forma periódica.
Inicialmente, el “Acta Diurna” publicaba resultados legales y edictos, pero posteriormente no solo informaba sobre edictos, sino también noticias de sociedad como bodas, nacimientos, muertes legales, sucesos y rumores de interés popular. También aparecían algunos avisos publicitarios, como, por ejemplo, ventas de grandes lotes de esclavos.
Las "Actae" se diferenciaban de los "Annales" (que se interrumpieron en 133 a.C.) en que en éstos últimos sólo se registraban los asuntos mayores y más importantes, mientras que en las Acta se registraban los hechos ocurridos de menor importancia. Su publicación continuó hasta la transferencia de la sede del imperio a Constantinopla. Hoy día, no queda ningún fragmento original.
Era realizada por los “Diurnaii”, que serían el equivalente a los protoperiodistas actuales. Para evitar falsificaciones o alteraciones eran realizadas en metal o piedra, desafortunadamente ninguna acta sobrevivió el paso del tiempo, pero se conservan copias en papiro realizadas por escribas.
En sus principios solo se publicaban en Roma, pero después, los particulares realizaron copias manuscritas en papiro, pero también fueron copiadas en serie, todo o parte de estas actas, hasta el punto que se genera un cierto volumen de negocio con el reparto de estas copias por todas las provincias, extendiéndose así por todo el Imperio. Estas copias eran vendidas en establecimientos públicos, aparte de ser colocada en tablones por todas las ciudades.
El éxito del “Acta Diurna” era importante y la información que aparecía, era controlada por el poder, adaptando las noticias a los intereses políticos de sus editores, convirtiéndose así en un gran medio propagandístico del mismo poder.Bajo el mandato de Julio César también se hizo público el “Acta Senatus”, un boletín privado donde se recogía la información realizada por el Senado. De este modo las noticias del Senado podían ser revisadas por un público en general.
Edad Media y Renacimiento
Durante la Edad Media, la libertad de expresión estuvo sujeta a la censura y la persecución por parte de la iglesia y los poderes políticos. Sin embargo, el Renacimiento trajo consigo un resurgimiento del interés por la libertad de pensamiento y expresión, especialmente entre los intelectuales y humanistas. Figuras como Galileo Galilei desafiaron las restricciones impuestas por la Iglesia Católica y abogaron por la libertad de investigación y expresión.
Es un hecho manifiesto que la Iglesia ha sido a lo largo de la historia pionera en los medios de comunicación. Los cristianos, desde sus orígenes, acogieron sin reservas los medios presentes en el mundo y culturas griega y judía. En Jerusalén, Antioquía, Roma, Alejandría, Cartago o en cualquier otro lugar. El papiro o el rollo eran el soporte necesario para dejar fijado el contenido de la Buena Noticia del Nazareno. Los medios eran comunes, iguales, para todos, lo importante eran los contenidos nuevos. La verdad nueva del cristianismo supo abrazar sin ambages los distintos géneros de comunicación, siendo éstos parte esencial de la expansión o misión cristiana (Romero Pose, 1999).
En pleno siglo II, tiempo en que empieza a fijarse el canon de la Escritura y el Símbolo, ha sido la palabra escrita, el medio con el que se ofrecía la garantía de la objetividad. Era el medio de comunicación, la escritura, la que era capaz de fijar los limites de la arbitrariedad y del subjetivismo frente a los peligros de carácter gnóstico. La escritura, como medio, fue salvaguarda de autenticidad y objetividad. Más aún el medio escrito comenzó a formar parte de la Tradición, que quiere decir iba unido al medio lo que uno entregaba a otro. Tradición, en el sentido más amplio del concepto (entrega de lo recibido), autenticidad y objetividad van ceñidos a los medios con los que la verdad transmitida se entrega.
Muy lejos nos llevaría explicitar el significado del Libro de los libros -la Escritura Santa- como medio de comunicación fundamental en la historia de la humanidad y en la comunidad cristiana. Los primeros cristianos cuidaron el medio porque era portador de un contenido que orientaba la existencia y salvaba.
El monacato es anterior a la Edad Media. Aparece como anacoreta mismo hacia el siglo IV en Egipto, Palestina y así menor . a estos anacoreta solitarios comenzaron a unírsele seguidores que con el tiempo pasado en hacer comunidades más grandes. Cada monasterio contar con su biblioteca. Eran los centros culturales de la época. Órdenes como la de San Benito (benedictino) -exige al monje varias horas de lectura cada día, la regla es de vida es ora et labora
En cada monasterio se producen libros, los scriptoria adjuntos al monasterio a una iglesia en que los Monje se dedicaban a copiar textos antiguos a un ritmo de una página y media al día en promedio, con unos 30 años de labor haciendo lo mismo, producir libro completo incluyendo el papel y el encuadernado. Servía los monjes y también el préstamo de libros era una lectura en privado, intensidad y no extensiva es decir pocos libros releídos una y otra vez en silencio, es una biblioteca. Se desarrolló la letra minúscula Carolina, se escriben idiomas locales ya no sólo en latín con ilustraciones en colores -miniatura-
Ilustración y Revolución Francesa
La Ilustración fue un período crucial en la promoción de la libertad de expresión como un derecho humano fundamental. Filósofos como John Locke y Voltaire defendieron la libertad de pensamiento y expresión como componentes esenciales de una sociedad libre y racional. La Revolución Francesa, con su Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano en 1789, consagró la libertad de expresión como un principio fundamental de la democracia moderna.
Art. 11 de la declaración de derechos del hombre y del ciudadano, agosto 1879.
La Revolución Francesa fue un período de profundos cambios políticos, sociales y culturales en Francia que tuvo lugar entre 1789 y 1799. Durante este tiempo, se llevaron a cabo una serie de importantes hitos legislativos y constitucionales que sentaron las bases para la moderna democracia europea. A continuación, resumo algunos de los más destacados:
La Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano: Este documento, adoptado en 1789, estableció los principios fundamentales de la Revolución Francesa, incluyendo la igualdad ante la ley, la libertad de expresión y de religión, y la soberanía popular.
La Constitución de 1791: Esta constitución estableció una monarquía constitucional en Francia, limitando los poderes del rey y estableciendo una asamblea legislativa elegida por sufragio censitario.
La Convención Nacional: Esta asamblea, elegida en 1792, declaró la Primera República Francesa y adoptó una nueva constitución en 1793 que establecía un sistema de gobierno republicano y una serie de reformas sociales y económicas.
La Constitución del Año III: Adoptada en 1795, esta constitución estableció un directorio ejecutivo de cinco miembros y un parlamento bicameral.
El Código Civil: También conocido como el Código Napoleónico, este conjunto de leyes civiles y comerciales, adoptado en 1804, tuvo un gran impacto en toda Europa y estableció una serie de principios fundamentales que siguen siendo relevantes en la actualidad.
Estos son solo algunos de los hitos legislativos y constitucionales más destacados de la Revolución Francesa. La Revolución también tuvo un gran impacto en la cultura europea, incluyendo la literatura, el arte y la música, y sentó las bases para la moderna democracia y los derechos humanos en todo el mundo.
La legislación y la constitución adoptadas durante la Revolución Francesa establecieron las bases para la consagración de la libertad de expresión como un derecho humano fundamental en la Europa moderna.
La Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano, adoptada en 1789, estableció que la libertad de expresión era un derecho natural e inalienable de todo ciudadano, y que ninguna ley podía limitarla. Este principio se reflejó en las constituciones posteriores, como la Constitución de 1791 y la Constitución del Año III, que también reconocieron la libertad de expresión como un derecho fundamental.
Además, durante la Revolución Francesa se produjo una gran explosión de la prensa libre y la literatura política, que permitió la difusión de ideas y opiniones críticas hacia el régimen monárquico y la aristocracia. Esto se vio reflejado en la creación de periódicos, panfletos y otros medios de comunicación que permitieron a la ciudadanía expresarse libremente y criticar el poder establecido.
En resumen, la legislación y la constitución adoptadas durante la Revolución Francesa establecieron las bases para la consagración de la libertad de expresión como un derecho humano fundamental. Además, el surgimiento de la prensa libre y la literatura política durante la Revolución permitió la difusión de ideas y opiniones críticas, sentando las bases para la libertad de prensa y la libertad de expresión en todo el mundo.
Siglo XIX
En el siglo XIX, la lucha por la libertad de expresión se intensificó con la expansión de la prensa libre y el surgimiento del periodismo como una fuerza importante en la esfera pública. La Primera Enmienda de la Constitución de los Estados Unidos, ratificada en 1791, garantizó la libertad de expresión y de prensa como derechos fundamentales de los ciudadanos estadounidenses.
La Primera Enmienda (Enmienda I) a la Constitución de los Estados Unidos prohíbe la creación de cualquier ley con respecto al establecimiento oficial de una religión, que impida su libre práctica, que reduzca la libertad de expresión, que vulnere la libertad de prensa, que interfiera con el derecho de reunión pacífica o que prohíba el solicitar una compensación por agravios gubernamentales. Fue adoptada el 15 de diciembre de 1791, como la primera de las diez enmiendas de la Carta de Derechos.
La Carta de Derechos fue propuesta originalmente como una medida para calmar a la oposición antifederalista para la ratificación de la Constitución. Inicialmente, la Primera Enmienda solo se aplicaba a las leyes federales promulgadas por el Congreso de los Estados Unidos, y muchas de sus disposiciones se interpretaban de manera mucho más restrictiva que hoy en día. A partir del caso Gitlow contra Nueva York en 1925, la Corte Suprema comenzó a aplicar la Primera Enmienda a las leyes estatales; un proceso conocido como incorporación; mediante la Decimocuarta Enmienda a la Constitución de los Estados Unidos.
Siglo XX y XXI
El siglo XX vio avances significativos en la protección de la libertad de expresión a nivel internacional, con la adopción de la Declaración Universal de Derechos Humanos por las Naciones Unidas en 1948. Sin embargo, también fue testigo de graves violaciones de la libertad de expresión durante regímenes totalitarios y autoritarios. En el siglo XXI, la expansión de internet y las redes sociales ha planteado nuevos desafíos y oportunidades para la libertad de expresión, con debates sobre la regulación de la información en línea y la lucha contra la desinformación y el discurso de odio.
La Declaración Universal de Derechos Humanos (DUDH), adoptada por la Asamblea General de las Naciones Unidas el 10 de diciembre de 1948, es un documento histórico que establece los principios básicos de los derechos humanos fundamentales que deben ser protegidos en todo el mundo. En cuanto a la libertad de expresión, la DUDH garantiza este derecho en varios de sus artículos:
Artículo 19: "Todo individuo tiene derecho a la libertad de opinión y expresión; este derecho incluye el de no ser molestado a causa de sus opiniones, el de investigar y recibir informaciones y opiniones, y el de difundirlas, sin limitación de fronteras, por cualquier medio de expresión."
Este artículo es uno de los pilares fundamentales de la libertad de expresión a nivel internacional. Establece el derecho de todas las personas a expresar sus opiniones y buscar, recibir y difundir información y ideas a través de cualquier medio, sin importar las fronteras nacionales. Además, protege a los individuos de ser perseguidos o censurados debido a sus opiniones.
La inclusión de la libertad de expresión en la Declaración Universal de Derechos Humanos refleja el reconocimiento de la importancia fundamental de este derecho para el funcionamiento de una sociedad libre y democrática. Reconoce que la libre expresión es esencial para el intercambio de ideas, el debate público y la participación ciudadana en la toma de decisiones.
Además del artículo 19, otros artículos de la DUDH también están relacionados con la libertad de expresión, como el artículo 21 que garantiza el derecho de participación en el gobierno de su país y el artículo 27 que establece el derecho de toda persona a participar libremente en la vida cultural de la comunidad.
En resumen, la Declaración Universal de Derechos Humanos de las Naciones Unidas de 1948 reconoce y protege la libertad de expresión como un derecho humano fundamental. Este documento histórico establece que todas las personas tienen derecho a expresar sus opiniones, buscar, recibir y difundir información, y participar en la vida cultural y política de su comunidad sin temor a represalias o censura. La evolución de la libertad de expresión a lo largo de la historia refleja la lucha continua por los derechos humanos fundamentales y la búsqueda de sociedades más libres, justas y democráticas. Hitos importantes como la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano y la Primera Enmienda de la Constitución de los Estados Unidos han marcado momentos clave en este proceso, aunque la lucha por la libertad de expresión continúa en el mundo moderno.
Teorías sobre la libertad de expresión
- Explorar distintas perspectivas teóricas sobre la libertad de expresión, como la teoría del mercado de ideas, la teoría del pluralismo y la teoría democrática deliberativa.
- Analizar cómo estas teorías influyen en la forma en que entendemos el papel del periodismo en la sociedad democrática.
Teorías sobre la libertad de expresión
Teoría del mercado de ideas:
La teoría del mercado de ideas, popularizada por el filósofo estadounidense John Stuart Mill en su obra "Sobre la libertad" (1859), sostiene que en un mercado abierto de ideas, la verdad prevalecerá sobre la falsedad a través del debate y la discusión libre. Según esta teoría, la diversidad de opiniones es esencial para el avance del conocimiento y la toma de decisiones informada.
La teoría del mercado de ideas, concebida por John Stuart Mill en su obra "Sobre la libertad", es una de las bases fundamentales para entender la importancia de la libertad de expresión en una sociedad democrática. Esta teoría postula que en un entorno donde todas las ideas pueden expresarse libremente y competir entre sí, la verdad prevalecerá sobre la falsedad a través del proceso de debate y discusión libre.
En esencia, la teoría del mercado de ideas opera bajo la premisa de que la diversidad de opiniones y perspectivas es esencial para el progreso del conocimiento y la toma de decisiones informadas. Mill argumentaba que al exponer las ideas a un escrutinio público, se someten a un proceso de prueba y crítica que permite discernir entre aquellas que son verdaderas y aquellas que son falsas o infundadas.
Esta teoría se basa en la creencia de que ningún individuo o grupo posee el monopolio de la verdad absoluta, y que la verdad misma es un concepto dinámico que evoluciona a través del tiempo y del intercambio de ideas. En un mercado de ideas abierto y competitivo, todas las opiniones tienen la oportunidad de ser expresadas y evaluadas por la comunidad en general, lo que en última instancia conduce a una comprensión más completa y precisa de la realidad.
La importancia de la diversidad de opiniones en el mercado de ideas radica en su capacidad para desafiar las creencias preconcebidas, fomentar el pensamiento crítico y promover la innovación intelectual. Cuando las personas son expuestas a una variedad de perspectivas y argumentos contradictorios, se ven obligadas a cuestionar sus propias convicciones y a considerar nuevas ideas y enfoques.
En el contexto del periodismo, la teoría del mercado de ideas subraya la importancia de la libertad de prensa y el acceso a una amplia gama de fuentes informativas. Los medios de comunicación juegan un papel crucial al proporcionar una plataforma para el intercambio de ideas y la expresión de opiniones diversas, lo que enriquece el debate público y fortalece la democracia.
En resumen, la teoría del mercado de ideas defiende la libertad de expresión como un principio fundamental para el avance del conocimiento y la toma de decisiones informadas en una sociedad democrática. Al fomentar la diversidad de opiniones y el debate abierto, esta teoría contribuye a la formación de una esfera pública vibrante y pluralista donde todas las voces tienen la oportunidad de ser escuchadas y consideradas.
Teoría del pluralismo:
La teoría del pluralismo reconoce la existencia de múltiples voces y perspectivas en la sociedad y defiende la protección de la diversidad de opiniones y la expresión de grupos minoritarios. Surgió como respuesta a las limitaciones percibidas de la teoría del mercado de ideas, que podría favorecer a las voces dominantes en detrimento de las minoritarias. El pluralismo aboga por la inclusión y la representación equitativa en el discurso público.
La teoría del pluralismo es una corriente de pensamiento que reconoce y valora la existencia de una variedad de voces, perspectivas y grupos en la sociedad. Surgió como una respuesta crítica a las limitaciones percibidas de la teoría del mercado de ideas, que podría dejar de lado o minimizar las opiniones de grupos minoritarios o marginados en favor de las voces dominantes o hegemónicas.
En esencia, el pluralismo aboga por la inclusión y la representación equitativa en el discurso público, reconociendo que una sociedad diversa no solo debe permitir, sino también fomentar, la expresión de diferentes puntos de vista, experiencias y identidades. Esto implica garantizar que los grupos minoritarios, que históricamente han sido excluidos o marginados, tengan acceso igualitario a los medios de comunicación y a la esfera pública, y que sus voces sean escuchadas y tenidas en cuenta en el proceso de toma de decisiones.
Una de las críticas principales a la teoría del mercado de ideas es que, en la práctica, puede perpetuar desigualdades y perpetuar el statu quo al dar más visibilidad y credibilidad a las voces y perspectivas de aquellos que ya tienen poder y recursos. Por ejemplo, los medios de comunicación dominantes pueden estar sesgados hacia ciertas agendas políticas o intereses económicos, excluyendo o marginando las voces de grupos minoritarios o comunidades marginadas.
En contraste, el pluralismo busca contrarrestar este sesgo al promover la diversidad y la inclusión en el discurso público. Reconoce que la representación equitativa y la inclusión de todas las perspectivas enriquecen el debate democrático y contribuyen a una sociedad más justa y pluralista. Además, el pluralismo reconoce que la identidad y la experiencia juegan un papel crucial en la formación de opiniones y que es importante dar voz a aquellos cuyas experiencias han sido históricamente subrepresentadas o ignoradas.
En el ámbito del periodismo, el pluralismo implica un compromiso con la diversidad y la inclusión en la cobertura mediática, así como en la composición de los equipos editoriales. Esto puede implicar la búsqueda activa de fuentes y puntos de vista diversos, así como la sensibilización sobre los sesgos implícitos en la cobertura de ciertos temas o comunidades. Además, el pluralismo también puede implicar la defensa de políticas y prácticas que promuevan la igualdad de acceso a los medios de comunicación y la participación equitativa en el discurso público.
En resumen, la teoría del pluralismo aboga por la inclusión y la representación equitativa de las diversas voces y perspectivas en la sociedad y en el discurso público. Es una respuesta crítica a las limitaciones de la teoría del mercado de ideas y busca garantizar que todas las personas, independientemente de su identidad o afiliación, tengan la oportunidad de participar plenamente en la vida democrática.
Teoría democrática deliberativa:
La teoría democrática deliberativa, desarrollada por pensadores como Jürgen Habermas, argumenta que la deliberación pública racional y reflexiva es esencial para una democracia saludable. Defiende un espacio público donde los ciudadanos puedan participar en debates informados y llegar a decisiones políticas mediante el intercambio de argumentos racionales y el respeto mutuo.
La teoría democrática deliberativa, inspirada en gran medida por el trabajo del filósofo alemán Jürgen Habermas, representa una perspectiva profunda sobre la naturaleza y el funcionamiento de la democracia. Esta teoría postula que una democracia saludable no se limita simplemente a la votación periódica, sino que también requiere un proceso continuo de deliberación pública racional y reflexiva entre los ciudadanos.
En el corazón de la teoría democrática deliberativa se encuentra la idea de que la legitimidad política y la toma de decisiones justas dependen de un proceso de discusión y debate público en el que los ciudadanos puedan participar de manera igualitaria y deliberar sobre cuestiones de interés común. Esta deliberación no se limita simplemente a expresar preferencias individuales, sino que implica el intercambio de argumentos racionales y el compromiso con el razonamiento público.
Según esta teoría, un espacio público robusto y bien informado es fundamental para facilitar la deliberación democrática. Esto implica garantizar el acceso igualitario a la información relevante, así como la existencia de instituciones y medios de comunicación que promuevan un debate público abierto y honesto. Además, la teoría democrática deliberativa enfatiza la importancia del respeto mutuo y la inclusión de una amplia gama de perspectivas en el proceso de deliberación.
La teoría democrática deliberativa también destaca la importancia de la argumentación racional y el proceso de justificación en la toma de decisiones políticas. Los ciudadanos no solo deben expresar sus preferencias individuales, sino también estar dispuestos a justificarlas y defenderlas en un debate público. Este enfoque promueve un mayor grado de reflexión y responsabilidad en el proceso de toma de decisiones, ya que los ciudadanos deben estar preparados para cuestionar sus propias creencias y considerar los argumentos de los demás.
En el contexto del periodismo, la teoría democrática deliberativa resalta la importancia de los medios de comunicación como facilitadores del debate público y la deliberación informada. Los medios tienen la responsabilidad de proporcionar una plataforma para el intercambio de ideas y el análisis de problemas políticos y sociales, así como de promover la transparencia y la rendición de cuentas en el gobierno y otras instituciones.
Además, la teoría democrática deliberativa sugiere que los periodistas deben actuar como facilitadores imparciales del debate público, proporcionando información precisa y equilibrada y evitando sesgos partidistas o sensacionalismo. Al hacerlo, contribuyen a fortalecer la esfera pública y a promover una democracia más saludable y participativa.
En resumen, la teoría democrática deliberativa sostiene que una democracia saludable depende del proceso continuo de deliberación pública racional y reflexiva entre los ciudadanos. Esta teoría destaca la importancia de un espacio público robusto, el intercambio de argumentos racionales y el respeto mutuo como fundamentos para una toma de decisiones política legítima y justa.
Cada una de estas teorías ofrece una perspectiva única sobre la libertad de expresión y su papel en la sociedad democrática. En el ámbito del periodismo, estas teorías influyen en la forma en que entendemos la función de los medios de comunicación en la democracia. El periodismo se ve como un vehículo para facilitar el intercambio de ideas, promover la diversidad de opiniones y fomentar la deliberación pública informada. Además, estas teorías nos ayudan a evaluar la calidad y la responsabilidad del periodismo en su contribución al discurso público y al funcionamiento de la democracia.
LECTURA ASOCIADA SEMANA VIII
Cea Egaña, J. L. (1984). Teoría de la Libertad de Expresión. Cuadernos de Información, 1(1). doi:DOI: https://doi.org/10.7764/cdi.1.857 , P.56 a 62