lunes, 11 de marzo de 2024

SEGUNDA SEMANA: Deontología, conciencia moral y virtud. 2024

 


UNIDAD 1 // Segunda semana de clases // ACTUAR VIRTUOSO Y CONCIENCIA MORAL 


Los periodistas navegan constantemente a través de presiones y expectativas competitivas de una serie de stakeholders, incluyendo gestiones organizativas, expertos, figuras políticas y económicas, audiencias, profesionales de relaciones públicas, anunciantes y la sociedad civil. Estos actores ejercen más que nunca una influencia significativa en la labor periodística, estableciendo estándares normativos y conductuales que los periodistas deben cumplir. La deontología proporciona esa carta de navegación que requerimos. 

¿Qué es la deontología?

Los estudios sobre deontología, que se centran en los principios éticos y las normas que guían la práctica profesional, están estrechamente relacionados con la formación de la conciencia moral profesional en el periodismo. Aquí hay algunas maneras en que estos dos aspectos están conectados:

Los estudios sobre deontología ayudan a los estudiantes y profesionales del periodismo a comprender y clarificar los valores y principios éticos fundamentales que deben guiar su trabajo. Esto incluye principios como la veracidad, la imparcialidad, el respeto a la dignidad humana y la responsabilidad social.  La deontología del periodismo ayuda a desarrollar el juicio moral de los periodistas, permitiéndoles discernir entre lo correcto y lo incorrecto en situaciones éticamente complejas. Esto implica reflexionar sobre dilemas éticos y tomar decisiones informadas que respeten los principios éticos del periodismo.

Un dilema moral, también conocido como dilema ético, es una situación compleja en la que dos o más valores o principios morales entran en conflicto. La persona que enfrenta un dilema moral se encuentra en una posición difícil, ya que cualquier decisión que tome implicará la violación de uno o más de los valores en juego.

Características principales:

Conflicto de valores: La esencia de un dilema moral es la existencia de un conflicto entre dos o más valores que la persona considera importantes.
No hay una solución "correcta": No existe una opción que no implique la transgresión de algún valor moral.
Dificultad para tomar una decisión: La persona se enfrenta a una elección difícil, ya que cualquier camino que tome tendrá consecuencias negativas.
Reflexión moral: Los dilemas morales nos obligan a reflexionar sobre nuestros valores y prioridades, y a considerar las diferentes perspectivas del problema.

Ejemplos de dilemas morales:

* **El dilema del tranvía:** Un tranvía descontrolado se dirige hacia cinco personas que están atadas a las vías. Tienes la posibilidad de desviar el tranvía hacia otra vía, pero en esa vía hay una persona atada. ¿Qué debes hacer?
* **El dilema del prisionero:** Dos personas son arrestadas por un crimen que no cometieron. La policía les ofrece un trato: si uno de ellos confiesa y culpa al otro, el que confiesa será liberado y el otro será condenado a cadena perpetua. ¿Qué deben hacer?
* **El dilema del médico:** Un médico tiene un paciente con una enfermedad terminal que le pide que le ayude a morir. El médico cree en la eutanasia, pero también sabe que es ilegal. ¿Qué debe hacer?

Importancia de los dilemas morales:

Los dilemas morales son importantes porque nos ayudan a:

desarrollar nuestro pensamiento crítico: Al analizar un dilema moral, nos vemos obligados a considerar diferentes perspectivas y argumentos.
Clarificar nuestros valores: Los dilemas morales nos pueden ayudar a identificar los valores que son más importantes para nosotros.
Desarrollar la empatía: Al ponernos en la situación de las personas que enfrentan un dilema moral, podemos desarrollar una mayor comprensión de sus emociones y motivaciones.
Tomar mejores decisiones: La reflexión sobre los dilemas morales nos puede ayudar a tomar decisiones más responsables y éticas en nuestra propia vida.

Los dilemas morales son una herramienta valiosa para el desarrollo del pensamiento crítico, la empatía y la toma de decisiones éticas. Al enfrentar y reflexionar sobre estos dilemas, podemos aprender a navegar por las complejidades de la vida moral y convertirnos en mejores personas.

Deontología: Origen histórico del concepto.

Esta expresión es un neologismo que debe su origen al filósofo inglés Jeremy Bentham

(1738-1832). Dicho vocablo aparece en su obra póstuma “Deontología o ciencia de la moral” en 1834. Etimológicamente proviene del griego to deon que significa “el deber”, lo “conveniente”, y logos que significa “ciencia de”, “conocimiento de”. Por lo tanto, etimológicamente, deontología viene a ser “la ciencia de lo que es debido” o “ciencia de lo conveniente”. Bentham entiende la deontología como una “ciencia pragmática de la conducta”.


Bentham, entiende la deontología como una “ciencia pragmática de la conducta” o como

una “ética de los deberes prácticos”, en el sentido de lo que es conveniente hacer, ubicándola en el ámbito de la ética. Sin embargo, pretende darle un carácter de Arte-Ciencia


Sentido actual del concepto.

El sentido actual del término hace referencia a ciertas normas éticas mínimas exigibles a

cada profesional y que lo obligan moralmente a su cumplimiento. Desde esta perspectiva, es

sinónimo de “ética profesional”. Sin el cumplimiento de estas normas mínimas, la profesión

carecería de una legitimación moral o de un ethos.

En un sentido amplio, la deontología es la aplicación en el ámbito profesional informativo del principio “haz el bien y evita el mal”. En consecuencia, no sólo se preocupa del qué de la información, sino también del cómo, es decir, de la forma en que es transmitido el mensaje.


 Con otras palabras, es el conjunto de los deberes profesionales de los “agentes” de la información, llámense éstos periodistas o empresas informativas. En sentido estricto, es aquella parte de la ética que aborda, por una parte, las cuestiones relativas a la actividad profesional, con todas sus implicancias morales y proyecciones ético-sociales, y, por la otra, los diferentes aspectos de la conducta y conciencia del profesional. Emmanuel Derieux la define como “el conjunto de reglas de carácter ético que se impone una profesión y que sus miembros tiene el deber de respetar”. Luka Brajnovic, por su parte, la define como “un conocimiento moral que induce a la autorrealización del hombre, mediante el ejercicio honesto de sus actividades profesionales”.


En cuanto al estatuto epistemológico de la deontología, habría que decir que es parte de la

ética general, lo cual no significa que deba estudiarse separada de ella, aunque mantenga cierta autonomía. Ella se constituye como un saber especulativo-práctico. Pone el acento tanto en el orden del “obrar” como en el del “hacer” (agibile y factibile). Interesa tanto la perfección del sujeto que realiza la acción como la del resultado de la acción, el producto.


Como disciplina académica, la deontología es muy reciente. La preocupación y reflexión ética comienza a adquirir un perfil propio sólo a principios del siglo XX, cuya materialización son los llamados códigos deontológicos. Los temas recurrentes son la verdad, el honor y la honra, honestidad, la responsabilidad, el deber y la obligación de conciencia.


¿Es necesaria la deontología de la información en la malla curricular del estudiante de periodismo?

Sobre la conveniencia de que el alumno de periodismo tenga una formación ética en la que se aborden los grandes temas y problemas del mundo de la información, existe un gran acuerdo. ¿Cómo entregar esta formación ética? Si esta formación se realiza a través de una cátedra especial, generalmente llamada “Ética Periodística” o “Deontología de la Información” o, en forma “transversal” durante toda la carrera en las diferentes asignaturas, es, a nuestro juicio, una respuesta abierta. Creemos que ambas alternativas no son excluyentes, sino más aún son complementarias.

Quienes optan por una formación transversal de la ética, afirman con razón, que la cátedra no garantiza la rectitud moral. Ya hemos señalado que buenos códigos de ética, no hacen buenos periodistas.

¿Cuál diríamos es la conditio sine qua non para un recto desempeño de la actividad profesional?

Poseer una conciencia profesional sólida y rectamente formada  significa actuar con integridad, responsabilidad y compromiso en el ejercicio de una profesión. Se trata de ir más allá del cumplimiento de las normas y obligaciones legales, y actuar con un profundo sentido de la ética y el bien común.


Aspectos clave de una conciencia profesional sólida y rectamente formada:

Integridad:

* Actuar con honestidad y transparencia en todas las interacciones profesionales.

* Ser coherente entre las palabras y las acciones.

* Evitar cualquier conflicto de intereses o comportamiento que pueda poner en riesgo la confianza pública.


Responsabilidad:

* Asumir la responsabilidad de las propias acciones y decisiones.

* Ser consciente de las consecuencias de su trabajo para las demás personas y el medio ambiente.

* Buscar la excelencia en el desempeño profesional.


 Compromiso

* Defender los valores y principios de la profesión.

* Servir a los intereses del público por encima de los intereses personales.

* Promover el desarrollo y la mejora de la profesión.


La Formación de una conciencia profesional sólida

Educación: La formación ética debe ser parte integral de la educación y formación profesional.

Experiencia:*La práctica profesional guiada por mentores y colegas experimentados es fundamental.

Reflexión: Es importante dedicar tiempo a la reflexión crítica sobre los propios valores y la ética profesional.

Compromiso continuo: El desarrollo de una conciencia profesional sólida es un proceso continuo que requiere un compromiso constante.


Beneficios de una conciencia profesional sólida:

Confianza: Genera confianza entre los profesionales, los clientes y la sociedad en general.

Reputación: Fortalece la reputación de la profesión y de los profesionales individuales.

Calidad: Promueve la prestación de servicios profesionales de alta calidad.

Responsabilidad social: Contribuye a un desarrollo social más justo y sostenible.


Poseer una conciencia profesional sólida y rectamente formada es fundamental para actuar con ética y responsabilidad en el ejercicio de una profesión. Es un compromiso que beneficia a los profesionales, a los clientes y a la sociedad en general.

Muchas de las faltas a la ética, las cometen justamente periodistas que han tenido cursos de ética periodística. El otro argumento estriba en que la cátedra es muy normativa, opera de arriba hacia abajo y lo que se requiere es partir desde abajo hacia arriba, desde la praxis a la teoría.

Retomemos el caso del periodista autodidacta. Aunque el fuera una especie de genio capaz de adquirir toda la gama de conocimientos y técnicas que se requieren para ejercer bien su labor, éticamente hablando, sería insuficiente, básicamente por dos razones: a) Conditio sine qua non para un recto desempeño de la actividad profesional, es una conciencia profesional sólida y rectamente formada. 

Esto no se logra espontáneamente, sino que es el resultado de un largo esfuerzo y trabajo de la inteligencia y la voluntad. La formación ética requiere de disciplina y sistematicidad. Una recta conciencia profesional no es producto del instinto o de la práctica, sino del esfuerzo, de la inteligencia y la voluntad. Esta formación, constante, disciplinada y sistemática, se aprende primordialmente nutriéndose de la reflexión académica; b) La creciente complejidad técnica de la información ha tenido como correlato la complejidad de las normas éticas mismas. La aparición de las nuevas tecnologías como micrófonos inalámbricos, diminutas cámaras y grabadoras ocultas o los teleobjetivos, han planteado nuevos y complicados problemas éticos. Para poder discernir correctamente, se requiere de una conciencia “entrenada”, capaz de aportar luz a los cotidianos “claroscuros” de la información. Ha sido justamente la reflexión académica la que más ha aportado en esa dirección. 

Muchas de las faltas a la ética, no son producto de la mala fe del periodista, sino de la falta de reflexión o precipitación al actuar, por falta de tiempo. La vertiginosidad de la información y la competencia, requieren de decisiones prácticamente instantáneas. Lamentablemente el periodista no tiene el tiempo suficiente para discernir adecuadamente. Una conciencia profesional bien formada ayuda mucho en estas situaciones, pues evita la improvisación.

Aquí no sirve aquello de echando a perder se aprende.

Entonces, para que sirve estudiar deontología: La formación de la conciencia moral, imprescindible para la correcta aplicación del principio “haz el bien y evita el mal”, debe ser sistemática.

¿Cómo podemos darnos cuenta de que nuestra conciencia está deformada?

Hay tres reglas importantes que debe seguir toda conciencia recta:

No justificar un mal para obtener un bien

La afirmación "no justificar un mal para obtener un bien" es un principio ético que tiene profundas raíces en la filosofía moral y ética, particularmente en el pensamiento ético deontológico y en la ética de las virtudes. Desde esta perspectiva filosófica, este principio implica que no se debe utilizar medios inmorales o moralmente cuestionables para lograr un fin deseado, por más noble que este fin pueda parecer.


Desde la ética deontológica, propuesta por filósofos como Immanuel Kant, este principio se basa en la idea de que las acciones son intrínsecamente buenas o malas en función de su conformidad con deberes éticos y principios universales. Kant argumentaba que las acciones deben ser juzgadas no solo por sus consecuencias, sino también por el motivo detrás de ellas y por su conformidad con el deber moral. Por lo tanto, según esta perspectiva, justificar un mal para obtener un bien estaría en contradicción con el imperativo categórico kantiano, que establece que debemos actuar solo de acuerdo con aquellas máximas que puedan ser universalizadas.

Desde la ética de las virtudes, desarrollada por filósofos como Aristóteles, este principio se relaciona con la idea de cultivar virtudes morales y buscar el bienestar humano en un sentido más amplio. Según esta perspectiva, las acciones deben ser evaluadas en función de si promueven el florecimiento humano y la realización de las virtudes, y no simplemente en términos de las consecuencias que producen. Por lo tanto, justificar un mal para obtener un bien podría ser considerado incompatible con el desarrollo de las virtudes morales, ya que implica comprometer los principios éticos fundamentales en aras de un objetivo particular.

La afirmación "no justificar un mal para obtener un bien" resalta la importancia de actuar de manera ética y coherente con los principios y valores morales, incluso cuando se persiguen fines nobles o deseables. Este principio subraya la idea de que el fin no justifica los medios y que debemos buscar el bienestar humano de una manera que sea consistente con los deberes éticos y el desarrollo de las virtudes morales.

El fin no justifica los medios. 

La frase "El fin no justifica los medios" encapsula la idea de que los objetivos o resultados deseables no pueden justificar el uso de métodos inmorales o cuestionables para alcanzarlos. Este principio ético resalta la importancia de la integridad moral y la coherencia ética en la toma de decisiones y acciones. En lugar de sacrificar valores éticos en aras de lograr ciertos fines, este principio nos insta a buscar soluciones y acciones que sean moralmente aceptables y coherentes con nuestros principios éticos fundamentales. En última instancia, nos recuerda que la ética y la moralidad deben guiar nuestras acciones en todo momento, incluso cuando enfrentamos situaciones difíciles o tentadoras en las que el resultado deseado parece justificar medios moralmente dudosos.

No hacer a otros lo que no quieres que te hagan o, tratar a los demás como te gustaría que te trataran. 

Esta frase, también conocida como el principio de reciprocidad o la regla de oro, nos recuerda la importancia de la empatía y el respeto mutuo en nuestras interacciones con los demás. Al adoptar este principio, reconocemos la igualdad de dignidad y valor entre todos los individuos y nos comprometemos a tratar a los demás con la misma consideración y respeto con los que nos gustaría ser tratados. Esto implica evitar infligir sufrimiento o daño a los demás y, en su lugar, buscar activamente promover su bienestar y felicidad. En resumen, este principio ético nos insta a cultivar relaciones basadas en la compasión, la justicia y el cuidado mutuo, construyendo así una sociedad más ética y armoniosa.

Formación de la conciencia moral profesional

La experiencia moral de los hombres y de los pueblos comprende ideas y juicios morales, costumbres, instituciones, leyes, sanciones, etc. Pero lo que constituye el núcleo de la experiencia moral, que se presenta a cada hombre como un dato de hecho de gran importancia para la posterior reflexión ética, es el ejercicio directo de la razón práctica. Con esta expresión se alude aquí a la actividad espontánea, no reflexiva, por la que cada persona gobierna sus acciones para que sean buenas. Es una actividad de la inteligencia que no consiste sólo en conocer, sino principalmente en ordenar, proyectar y organizar las acciones, la conducta y la vida. Esta actividad espontánea, que todos realizan, es después objeto de reflexión, sea de la reflexión que origina el conocimiento y las ideas éticas del hombre común, sea de la reflexión crítica y sistemática propia del filósofo, que da lugar a la ética filosófica, y que se propone sacar a la luz, explicitar y exponer sistemáticamente la lógica práctica implícita en el gobierno de sí mismo.

La afirmación "sin conciencia no hay moral posible" resalta la importancia fundamental de la conciencia en el desarrollo y la práctica de la moralidad. Desde una perspectiva filosófica y ética, la conciencia se refiere a la capacidad de discernir entre lo que está bien y lo que está mal, así como a la capacidad de experimentar sentimientos de culpa o remordimiento cuando se actúa en contra de los principios éticos o morales.

En primer lugar, la conciencia actúa como un mecanismo interno de regulación moral. Nos proporciona una voz interna que nos guía en la toma de decisiones éticas y nos alerta cuando nuestras acciones pueden infringir principios morales o valores personales. Esta voz de la conciencia nos permite reflexionar sobre nuestras acciones y evaluar su conformidad con nuestros estándares éticos.

Además, la conciencia sirve como un recordatorio constante de nuestra responsabilidad moral hacia los demás y hacia nosotros mismos. Nos hace conscientes del impacto de nuestras acciones en los demás y nos motiva a actuar de manera ética y considerada en nuestras interacciones sociales. La conciencia nos hace sensibles a las necesidades y sufrimientos de los demás, lo que nos lleva a actuar en solidaridad y compasión.

Por otro lado, la ausencia de conciencia puede conducir a la indiferencia moral o a la falta de consideración por los demás. Cuando carecemos de conciencia, podemos sentirnos libres de actuar de manera egoísta o irresponsable, sin preocuparnos por las consecuencias éticas de nuestras acciones. Esta falta de sensibilidad moral puede llevar a comportamientos dañinos o injustos hacia los demás, socavando así los cimientos de una sociedad moralmente justa y ética.

En resumen, la conciencia desempeña un papel crucial en la construcción y el mantenimiento de la moralidad en la sociedad. Nos proporciona un marco interno para la reflexión ética y la toma de decisiones, y nos impulsa a actuar en línea con nuestros valores y principios éticos. Sin conciencia, la moralidad perdería su significado y su capacidad para guiar nuestras acciones hacia el bien común y la justicia.

La deontología contribuye a la formación de la conciencia moral profesional al establecer principios éticos claros y promover la reflexión ética, la responsabilidad profesional y el respeto por la dignidad humana.

La deontología, como disciplina ética que establece los principios y normas que guían la conducta profesional, desempeña un papel fundamental en la formación de la conciencia moral de los individuos en el ámbito profesional. A continuación, construiré un argumento que vincule la deontología con su contribución a la formación de la conciencia moral profesional:

La deontología proporciona un marco de referencia claro y sistemático de principios éticos que deben guiar la conducta profesional. Al aprender y comprender estos principios, los individuos adquieren una base sólida para tomar decisiones éticas en su práctica profesional.

La deontología fomenta la reflexión ética al plantear dilemas y situaciones éticas específicas que pueden surgir en la práctica profesional. Al analizar y discutir estas situaciones desde una perspectiva deontológica, los individuos desarrollan la capacidad de reflexionar críticamente sobre las implicaciones éticas de sus acciones y tomar decisiones informadas y éticamente justificadas.

La deontología enfatiza la importancia de la responsabilidad profesional y el deber hacia los demás en l ejercicio de una profesión. Al comprender y aceptar estas responsabilidades, los individuos desarrollan una conciencia moral que los motiva a actuar de manera ética y a asumir la responsabilidad de sus acciones en el ámbito profesional.

La deontología promueve el respeto por la dignidad y los derechos de todas las personas involucradas en la práctica profesional, incluidos los clientes, colegas y la sociedad en general. Al internalizar estos valores, los individuos desarrollan una conciencia moral que los lleva a tratar a los demás con respeto y consideración en todas sus interacciones profesionales.

La deontología enfatiza la importancia de la integridad y la honestidad en el ejercicio de una profesión. Al adherirse a estos principios éticos, los individuos desarrollan una conciencia moral que los impulsa a actuar con honestidad y transparencia en todas sus actividades profesionales, incluso cuando enfrentan presiones o tentaciones para actuar de manera contraria.

Por útimo, la deontología contribuye significativamente a la formación de la conciencia moral profesional al establecer principios éticos claros, fomentar la reflexión ética, inculcar la responsabilidad profesional, cultivar el respeto y la dignidad, y consolidar la integridad y la honestidad en el ejercicio de una profesión. Al internalizar estos valores y principios, los individuos desarrollan una conciencia moral que los guía en la toma de decisiones éticas y en la práctica de su profesión de manera ética y responsable.


Informar en conciencia es un requisito esencial del acto informativo. El periodista debe transmitir la información según los dictados de su “conciencia” y no en base a intereses ajenos a la profesión.

Pero informar en conciencia no es sinónimo de estar plenamente convencido o actuar con buena intención. En términos estrictos, habría que decir que el periodista debe informar según la recta conciencia (aquella que juzga la bondad o malicia de un acto en conformidad con la ley moral), es decir, en conformidad con la realidad. Informar según la recta conciencia supone admitir que el “objeto material” del periodismo es la realidad noticiable y no toda realidad, y que su “objeto formal” sería la verdad de los hechos, por cuanto la finalidad y sentido de la acción informativa es la búsqueda y difusión de la verdad. 

Informar en conciencia significa, entonces, transmitir aquello que responde a la ley moral natural y no simplemente lo que el periodista entiende como bueno.

Se desprende de lo dicho la necesidad de formar la conciencia profesional. Aunque todo hombre tiene el deseo de tener una conciencia recta, es decir, regular sus actos mediante la Ley moral natural, no basta con la buena intención. 

No se “nace” con una conciencia recta, sino que se forma, se educa a través de la práctica de las virtudes, que es una conditio sine qua non para lograr una información de calidad. 

Una conciencia que no está bien formada es muy fácil que devenga en conciencia errónea, osea, que juzgue en desacuerdo con la ley moral, estimando como buena una acción que es mala y viceversa. La conciencia errónea juzga como verdadero algo que es falso. Las perniciosas consecuencias en el ámbito del periodismo están a la vista.

Sin conciencia no hay moral posible. Es en el acto humano de la conciencia donde se compromete el hombre con el bien o con el mal, a partir de su libertad. Por eso mismo no calificamos ni a los animales ni a las cosas con la categoría de “malo”. La maldad solo compete al hombre libre. Toda la naturaleza es buena en su esencia. El mal es solamente el producto de un desorden de dicha naturaleza producido expresamente por el hombre libre, que en su interior decide actuar contra o al margen de la naturaleza.

Todo lo que el hombre realiza, con plena facultad deliberativa, responde a un acto de reflexión. El hombre escoge y se hace responsable de su elección, para bien o para mal. Eso es la conciencia. Es el juicio próximo practico acerca de la bondad o malicia de una acción concreta.

El hombre normal piensa y decide todo lo que hace, cuando no está sometido física, psiquica o moralmente a coacción. Cuando está durmiendo o bajo el efecto de una droga o de un miedo invencible o de una fuerza bruta, naturalmente que disminuye o desaparece su capacidad de elección, por lo que puede quedar dispensado de la responsabilidad correspondiente a sus actos.

La conciencia moral es un acto de la voluntad, guiada por la inteligencia, por lo que tanto el conocimiento como la voluntad deben estar en pleno ejercicio para que al hombre le sea imputada la responsabilidad de la acción.

                                          

Cuando el hombre se plantea una acción que sobrevendrá, decimos que actúa con conciencia antecedente, mientras que cuando reflexiona acerca de lo ya obrado, decimos que tiene conciencia consecuente. En uno y otro caso, el juicio se aplica igualmente sobre la bondad o malicia del acto. Y la conciencia, fríamente, responde de acuerdo a los antecedentes que la inteligencia le propone. 


En circunstancias normales, el hombre tiene conciencia clara, cierta y firme acerca de la moralidad del acto a realizar o realizado. Pero en circunstancias especiales de confusión, inadvertencia o ignorancia, el hombre puede encontrarse en la duda de cómo operar. Aquí nos encontramos con la llamada conciencia dudosa, de la que el hombre debe siempre, sin excepción, tratar de salir. Si el hombre permanece en la duda, y a sabiendas de ello actúa, actuará mal, aun cuando objetivamente corresponda hacerlo. Por lo mismo se sentirá responsable de las consecuencias de su acción. 


Quien actúa en la duda se expone a obrar mal, por lo que asume las consecuencias que de dicha acción se derivan. Toda acción buena debe basarse en la certeza del fin y de las circunstancias. Actuar “por si acaso”, es entregarse a la posibilidad de actuar en forma deshonesta y por lo tanto culpable.


La formación de la conciencia moral es una tarea que nunca termina en el hombre. Comienza desde la primera infancia, en que el ser humano aprende las conductas correctas, siguiendo el modelo de los adultos  y haciendo suyos los juicios correctos estimulados por el ejercicio de una recta racionalidad. Existe, indudablemente un crecimiento moral en el niño, que se alimenta con los modelos y con las leyes honestas.


Posteriormente, en la educación formal y bajo el influjo de los verdaderos líderes en el campo del trabajo, de la política y de la religión, el hombre sigue afinando su conciencia moral, la que debe ser constantemente sometida a la prueba de la rectitud.


 El conocimiento de las leyes, la observación de los modelos y el constante ejercicio de reflexión intelectual producen en el hombre el resultado moral correspondiente, el que se expresa a través de lo que llamamos una recta conciencia moral.


Existen varios tipos de conciencia

Según el objeto

Verdadera: que es la que juzga la acción en conformidad con los principios objetivos de la moralidad. Por ejemplo: sé que estoy en pecado mortal, por lo tanto no puedo comulgar.

Errónea: que es la que juzga la acción equivocadamente, es decir, confunde lo malo con lo bueno. Juzga sin bases y sin prudencia. Un ejemplo de esto, es cuando se piensa que si alguien fue violada, es lícito que aborte.

Esta conciencia se divide en dos formas:

— Venciblemente errónea: cuando no se desea o no se ponen los medios para salir de su equivocación.

—Invenciblemente errónea. cuando la persona no puede dejar el error, o porque no sabe que está en él, o porque ha hecho todo lo posible por salir de él, sin conseguirlo.


Por razón del modo de juzgar

Conciencia recta: este tipo de conciencia siempre juzga con fundamentos y prudencia.

Falsa: en este caso se juzga sin bases, sin prudencia y puede ser:

Conciencia estrecha: es la que actúa con ligereza y sin razones serias, afirma que hay pecado donde no lo hay o lo aumenta. Este tipo de conciencia juzga a una persona por un simple comentario.

Conciencia escrupulosa. para este tipo de conciencia todo es malo. Es opresiva y angustiante pues recrimina hasta la falta más pequeña, exagerándola como si fuera una falta horrible. Siempre piensa que hay obligaciones morales donde no las hay.

Conciencia laxa. es lo contrario de la escrupulosa. Este tipo de conciencia minimiza las faltas graves haciéndolas aparecer como pequeños errores sin importancia. En este caso, se actúa con ligereza, se niega el pecado cuando lo hay o lo disminuye.

Conciencia perpleja. es la que ve pecado tanto en el hacer algo o en el no hacerlo. Es muy común ante las decisiones económicas o políticas. Es la que piensa quiero ayudar a los damnificados, pero si lo hago voy a quitarle algo a mi familia.

Conciencia farisaica. es la que se preocupa por aparentar bondad ante los demás, mientras en su interior hay pecados de orgullo y soberbia. Es hipócrita, quiere que todos piensen que es buena y eso es lo único que le importa.


Según la firmeza del juicio

Cierta: siempre juzga sin temor a equivocarse.

Dudosa: juzga con temor a equivocarse, o simplemente, ni se atreve a a juzgar.


Respeta siempre los actos de los demás y los juicios de su conciencia. Esto quiere decir que la conciencia no debe juzgar los actos de los demás, sino únicamente los propios: “Cree todo el bien que oye y sólo el mal que ve.”


Si nos damos cuenta de que nuestra conciencia viola alguna de estas reglas y no nos avisa en el momento adecuado, ni nos recrimina por ello, es muy factible pensar que está desviada o deformada. Al percibir esto, lo mejor es poner enseguida manos a la obra para mejorar, teniendo en cuenta los siguientes tres aspectos:


Tenemos obligación de formar nuestra conciencia de acuerdo con nuestros deberes personales, familiares, de trabajo y de ciudadano; los mandamientos de la Iglesia, los mandamientos de la Ley de Dios y todas las responsabilidades que hayamos contraído libremente. Esta obligación es nuestra y nadie la puede cumplir en nuestro lugar.

Una virtud es una disposición de la persona para obrar de acuerdo con determinados proyectos ideales como el bien, la verdad, la justicia y la belleza.1​ La virtud se opone al vicio, y tiene una gran importancia para la vida ética.

La prudencia es el comportamiento orientado hacia la felicidad, la virtud de actuar de forma justa, adecuada y con moderación. Definida por los escolásticos como la recta ratio agibilium, para diferenciarla del arte, recta ratio factibilium. También se entiende como la virtud de comunicarse con los demás por medio de un lenguaje claro, literal, cauteloso y adecuado, así como actuar respetando los sentimientos, la vida y las libertades de las demás personas. Actualmente se ha impuesto el significado de actuar con precaución para evitar posibles daños.

La templanza es la virtud cardinal que recomienda moderación en la atracción de los placeres y procura el equilibrio en el uso de los bienes creados. Asegura el dominio de la voluntad sobre los instintos y mantiene los deseos en los límites de la honestidad. En un sentido más amplio, los académicos la definen como sinónimo de «moderación, sobriedad y continencia».

la fortaleza es una de las virtudes cardinales que consiste en vencer el temor y huir de la temeridad.

En la doctrina cristiana, la justicia es una de las virtudes cardinales, cuya práctica establece que se ha de dar al prójimo lo que es debido, con equidad respecto a los individuos y al bien común. La justicia de los hombres con Dios es denominada «virtud de la religión», correspondiendo a su debida adoración y culto, entendiéndose este deber como supremo acto de fe.


FUENTES Y RECURSOS COMPLEMENTARIOS

Sobre la conciencia moral

https://panampost.com/alberto-benegas-lynch/2023/03/25/pensamientos-en-torno-a-la-conciencia-moral/?utm_content=bufferb8b33&utm_medium=social&utm_source=twitter.com&utm_campaign=buffer

https://www.monografias.com/trabajos109/acto-moral/acto-moral

https://www.youtube.com/watch?v=wX93dVPb7jk&t=731s     La moral no es relativa- Youtube

Moral, qué es? El picalibros. https://youtu.be/1XHHMM70fjc?si=KGhasW7rFfODIALQ



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