UNIDAD 1 // Tercera semana de clases // VALORES EN LA FORMACIÓN DE PERIODISTAS
5. LA PROFESIÓN Y EL PROFESIONAL COMO OBJETO DE ESTUDIO
ÁMBITO DE LA ÉTICA PROFESIONAL
Todas las profesiones implican una ética, puesto que siempre se relacionan de una forma u otra con los seres humanos: unas de manera indirecta, que son las actividades que tienen que ver con objetos –como la construcción de puentes y edificios, la reparación de automóviles, de equipos de cómputo, etc.–, aunque en última instancia siempre están referidas al hombre. Así, por ejemplo, si un ingeniero diseña una carretera y se percata de que sus condiciones se prestan para que ocurra un gran número de accidentes, faltaría a su ética profesional si autoriza ese proyecto, aun cuando estuvieran de por medio intereses políticos y económicos.
Otras profesiones se relacionan de manera directa con los seres humanos, como son los casos de educadores, periodistas, psicólogos, médicos, abogados, etc. Para estos últimos son más evidentes las implicaciones éticas de su profesión, puesto que deben dar un trato hacia los demás de persona y no de objeto. La ética de cada profesión depende de los deberes o la "deontología" que cada profesional aplique a los casos concretos que se le puedan presentar en el ámbito personal o social. La deontología es el estudio o la ciencia de lo debido (del griego: to déon, lo necesario, lo conveniente, lo debido, lo obligatorio; y de lógos, estudio o conocimiento).[28] La deontología es un conjunto de comportamientos exigibles a los profesionales, aun cuando muchas veces no estén codificados en una reglamentación jurídica.
¿Es la de periodista una profesión?
La profesión – determinada por el área de su actividad propia - exige del profesional la aptitud y la capacidad de ir realizando, previa preparación para ello, un determinado y especializado trabajo público al servicio de un grupo social o de la sociedad entera, trabajo que a su vez ofrece un prestigio a la profesión y al profesional, una cierta estabilidad y un interés económico a la persona que realiza este trabajo por vocación o por elección propia.
De esta definición se deduce claramente que la profesión es una actividad práctica y que como tal pertenece de lleno a las consideraciones éticas. Pero, ¿qué es una profesión?
•“Una capacidad calificada, con peculiares posibilidades económico- sociales” (Aquiles Menédez, Ética Profesional, Mx, 1962)
•“La profesión consiste en la actividad profesional puesta de una manera estable y honrada al servicio de los demás en beneficio propio a impulso de la propia vocación y con la dignidad que corresponde a una persona humana”. (Antonio Royo Marin, Teología Moral para Seglares, Madrid, 1961 Tomo I)
•“Aplicación ordenada y racional de parte de la actividad del hombre al conseguimiento de cualesquiera de los fines inmediatos de la vida”. “el oficio es el mero ejercicio de una actividad”. (Antonio Peinador, Moral profesional, BAC, Madrid 1969)
¿Periodista? Dice la RAE que es la persona legalmente autorizada para ejercer el Periodismo. Persona profesionalmente dedicada en un periódico o en un medio audiovisual a tareas literarias o gráficas de información o en la creación u orientación de la opinión pública.
La Real Academia de la Lengua tampoco nos entrega un aporte clarificador, pues comprende al “Periodismo” como el resultante del “ejercicio o profesión de periodista”, y a estos como las “persona que corresponde, escribe o edita un periódico”.
Para los efectos de este curso, señalaremos que el Periodismo es, a la vez, una ciencia y una técnica que recoge noticias de acontecimientos, las elabora para su presentación a la opinión pública, las difunde a través de un medio de comunicación y con ello persigue unos fines: informar, orientar, prestar un servicio, educar y contribuir al bien común. (Dic. de CC y Tec. De la Inf. Edic Paulinas).
Para la consecución de dichos fines es necesaria la existencia de una organización (empresa periodística), unos profesionales expertos en la recolección y tratamiento de la información (periodistas) y un canal a través del cual hacer llegar sus informaciones a una audiencia masiva (periódico, radio, TV).
Señala la LEY 19733 SOBRE LIBERTADES DE OPINION E INFORMACION Y EJERCICIO DEL PERIODISMO (Ley de Prensa en el TITULO II, dedicado al Ejercicio del Periodismo):
Artículo 5°.- Son periodistas quienes estén en posesión del respectivo título universitario, reconocido válidamente en Chile, y aquéllos a quienes la ley reconoce como tales.
Artículo 6°.- Los alumnos de las escuelas de periodismo, mientras realicen las prácticas profesionales exigidas por dichos planteles, y los egresados de las mismas, hasta veinticuatro meses después de la fecha de su egreso, tendrán los derechos y estarán afectos a las responsabilidades que esta ley contempla para los periodistas.
Artículo 7°.- Los directores, editores de medios de comunicación social, las personas a quienes se refieren los artículos 5° y 6° y los corresponsales extranjeros que ejerzan su actividad en el país, tendrán derecho a mantener reserva sobre su fuente informativa, la que se extenderá a los elementos que obren en su poder y que permitan identificarla y no podrán ser obligados a revelarla ni aun judicialmente.
Lo dispuesto en el inciso anterior se aplicará también a las personas que, por su oficio o actividad informativa hayan debido estar necesariamente presentes en el momento de haberse recibido la información.
El Periodismo es una actividad intelectual y moral práctica en la que la prudencia sintetiza, ordena y dirige las acciones directivas, gnoseológicas y artísticas, y las aptitudes y actitudes que las fundamentan, tendentes a la comunicación adecuada del saber sobre las realidades humanas actuales que al público le es necesario o útil saber para su actuación libre en sociedad” (Dr.Gabriel Galdón, 1999)
A la clásica definición del periodista como "trabajador de una empresa de prensa escrita o audiovisual que, en cuanto colaborador asalariado o colaborador regular o no, participa en la concepción y la realización de la producción intelectual de esa empresa, bien sea en el texto o la imagen o bien en la confección de ambos elementos", se han ido superponiendo otras que introducen como elemento necesario para el ejercicio profesional el cumplimiento de los principios ético-profesionales.
PERIODISTA ES TODA PERSONA Y SOLO AQUELLA PERSONA QUE, EN MAYOR O MENOR MEDIDA, CON MAYOR O MENOR ACIERTO, CONTRIBUYE A COMUNICAR SOCIALMENTE EL SABER SOBRE LAS REALIDADES HUMANAS ACTUALES QUE LOS CIUDADANOS NECESITAN O LES ES UTIL SABER PARA ACTUAR LIBREMENTE EN SOCIEDAD.
EL PERIODISMO ES HOY UNA PROFESIÓN CUYO COMETIDO CONSISTE EN EL TRABAJO DE RECOPILACIÓN, SELECCIÓN, TRATAMIENTO, PUESTA A PUNTO Y PRESENTACIÓN DE LA INFORMACIÓN DE ACTUALIDAD A SER COMUNICADA CON UNA PERIODICIDAD REGULAR, YA SEA DIRECTAMENTE A TRAVÉS DE LOS MEDIA, COMO PROFESIONAL CONTRATADO POR ÉSTOS, YA SEA AL SERVICIO DE EMPRESAS, INSTITUCIONES, ORGANIZACIONES, ETC., PARA PONER LAS EN CONTACTO CON SUS PÚBLICOS INTERLOCUTORES SOCIALES, CON Y SIN MEDIACIÓN DE LA PRENSA”.[PIÑUEL RAIGADA, José Luis y GAITAN MOYA, Juan Antonio: Metodología General, Conocimiento científico e investigación en la comunicación social, Editorial Síntesis, España, 1995, p 85]
d) CONCEPTO DE PROFESIÓN
(Teología Moral, A. Rojo Marín, p. 275 y ss)
La palabra OFICIO se deriva según San Isidoro, del verbo EFFICERE, ACCIÓN. La profesión u oficio implica siempre tres aspectos esenciales.
1.Actividad propia: la profesión requiere siempre la propia actividad, indispensablemente.
2.Al servicio de los demás: es decir, se trata siempre de una actividad de carácter social. La profesión supone una sociedad organizada, (dentro de la cual los diferentes trabajos y quehaceres se distribuyen entre los hombres para lograr, entre todos, el bien común de la sociedad.
Esta función social de la profesión no impide, sin embargo, que se atienda también al bien particular del que la ejerce, lo que es perfectamente compatible con el bien común. Ordinariamente este bien particular es el lucro honesto, o sea, el necesario para proporcionarse los medios de subsistencia para sí y sus familiares.
3. Por vocación o propia elección: la vocación es, en último termino, una inclinación natural a un trabajo determinado. Pero, no se puede confundir esta inclinación natural a un trabajo determinado.
Pero, no se puede confundir esta inclinación natural con el interés que el sujeto puede presentar, en determinados momentos y circunstancias. Por desgracia, la profesión no siempre coincide en el objeto con la vocación.
Además de estos elementos esenciales, el concepto integral de profesión exige otros elementos complementarios. Los principales son la estabilidad, la honradez, el espíritu de servicio y el respeto a la dignidad humana.
A) La estabilidad: Aunque no es inamovible (puede uno cambiar de profesión cuando le plazca) de ordinario, la profesión es vitalicia. Supone la consagración a ella de toda nuestra existencia humana.
B) La honradez: es una consecuencia obliga de la función social de la profesión por cuanto aquella es una contribución al bien común.
C) El Espíritu de Servicio: es una exigencia inevitable para el profesional. El médico, abogado, militar o periodista, que no ponga su esfuerzo y su talento al servicio de los demás, o sea, el que en sus funciones no se fija más que en el aspecto económico o remunerativo de su trabajo, no merece el nombre de profesional.
D) Respecto a la dignidad humana: cuando la sociedad no considera más que el aspecto económico, la utilidad material, la capacidad de producción o cualquiera otra razón por el estilo, no trata al profesional con la dignidad que corresponde a toda persona humana, dotada de inteligencia, de libertad y de destino trascendente. La profesión recae siempre sobre un hombre, y este no puede convertirse jamás en un simple engranaje de la maquinaria materialista.
Teniendo en cuenta estos elementos, se puede decir, de forma descriptiva, que la profesión consiste en la actividad personal puesta de una manera estable y honrada al servicio de los demás y en beneficio propio, a impulsos de la propia vocación y con la dignidad que corresponde a una persona humana.
Dentro de los derechos del hombre figura el derecho a la libre elección de una profesión, gracias a la cual el ciudadano tiene la prerrogativa de ejercer sus facultades y desarrollar su personalidad coayudando, al mismo tiempo, el beneficio social.
La palabra "profesión" se deriva del latín, con la preposición pro, delante de, en presencia de, en público, y con el verbo fateor, que significa manifestar, declarar, proclamar. De estos vocablos surgen los sustantivos professor, profesor, y professio profesión, que remiten a la persona que se dedica a cultivar un arte o que realiza el acto de saberse expresar ante los demás. Con base en ello, puede decirse que la profesión es beneficiosa para quien la ejerce, pero, al mismo tiempo, también está dirigida a otros, que igualmente se verán beneficiados. En este sentido, la profesión tiene como finalidad el bien común o el interés público. Es más, nadie es profesional, en primera instancia, para sí mismo, pues toda profesión tiene una dimensión social, de servicio a la comunidad, que se anticipa a la dimensión individual de la profesión, la cual es el beneficio particular que se obtiene de ella.
En tiempos del Imperio Romano a las personas que realizaban hazañas a favor de la patria, el pueblo les tributaba gloria imperecedera para su nombre. Estos hombres por otros medios tenían asegurada su subsistencia y no aceptaban dinero como pago a su labor, solamente recibían los "honores" concedidos por su comunidad. La fuerza que los movía era el cumplimiento de sus deberes, tanto en relación con los demás como consigo mismos, en aras de contribuir a la prosperidad comunitaria. En nuestro tiempo, la remuneración o estipendio que se le da al profesional como sueldo periódico recibe el nombre de honorarios.
A la luz de estos elementos, el ejercicio de la profesión significa el actuar principalmente con vistas al bien común y en segundo término como medio para el beneficio personal. El individuo es interdependiente de su sociedad y por eso la realización de todas sus capacidades sólo es posible en una sociedad capaz de propiciarlas. Resulta absurdo buscar el propio beneficio, sin importar el beneficio comunitario, porque lo que pase en cualquier colectividad siempre afectará para bien o para mal a todos sus integrantes. Con claridad meridiana Pericles afirma: "Es más útil para los particulares una ciudad próspera en su conjunto, que otra que disfruta de buena fortuna para muchos de los ciudadanos, pero que está decaída como totalidad, pues un hombre cuyos asuntos personales marchan bien, no por ello deja de perecer en unión de su ciudad cuando aquélla es arruinada, mientras que el desafortunado se salva mucho mejor en una ciudad de próspera fortuna
Se define la “Profesión” como la actividad o trabajo aprendido, mediante el cual el individuo trata de solucionar sus necesidades materiales y los de las personas a su cargo, servir a la sociedad y perfeccionarse como ser moral. La profesión es el fruto de la más genuina expresión humana: “la vocación” tiene profundas raíces éticas.
Al término "profesión" debe asociársele la idea de "servicio", pues, al hablar de las profesiones, existe una conexión entre la práctica profesional y la vocación que se tenga hacia ella. La palabra "vocación" procede del verbo latino "voco", que significa llamar o convocar.
La vocación es el llamado que sentimos en nosotros mismos para profesar un espíritu de servicio en aras del bien universal. En alemán el término "Beruf" tiene el doble significado de "profesión" y "vocación", lo cual remite a una concepción religiosa del trabajo en donde Dios le hace un llamado al hombre para que lo cumpla a través del desarrollo de su profesión.
La conciencia de servicio y responsabilidad social es una misión divina que todo ser humano debe descubrir, como forma de realización en la tierra. La profesión adquiere un carácter sagrado y puro, que se basa en el servicio altruista a la sociedad, para que los demás vivan mejor, el mundo progrese y, consecuentemente, nosotros también progresemos. El que no vive para servir no ha encontrado su llamado para vivir. Por eso en toda profesión existe un cumplimiento de deberes, dados por designio divino (sentido religioso), y como manifestación del amor al prójimo y servicio a los demás (sentido ético).
El predominio de los intereses egoístas, el afán de lucro y la ciega obtención de las utilidades propias de una categoría social, significan la manera de desvirtuar y degenerar la profesión.
Las diversas profesiones surgen históricamente a raíz de la progresiva división del trabajo. Por lo común se distingue la profesión –que se adquiere a través de una larga preparación universitaria– de los oficios o trabajos manuales, en donde lo que predomina es el carácter empírico. Lo importante es establecer que, para alcanzar un óptimo desarrollo laboral y humano, tanto las profesiones como los oficios requieren que las personas que los ejerzan sean excelentes, creativas e innovadoras. Resulta injustificado hablar de trabajos serviles, pues todo trabajo tiene una dignidad inalienable.
Por eso en el trabajo concurren dos dimensiones:
A) la sub-jetiva, o sea, el ser humano o el sujeto que trabaja; y B) la objetiva, o sea, la obra o el objeto producido por el trabajo. Estas dos dimensiones son inseparables e igualmente importantes.
Lo que un niño hace para darlo como obsequio tiene valor sobre todo porque el niño lo hizo (dimensión subjetiva) y menos por el regalo mismo (dimensión objetiva). Por eso la raíz más profunda del trabajo humano es la que procede de su intimidad, su creatividad y su libertad, para luego proyectarse en la obra que construye, pues nada hay en el hombre que se parezca tanto a sí mismo como aquello que hace. Antes de realizar un trabajo existe por parte del profesional esfuerzo, dedicación, amor, diligencia, responsabilidad, preparación académica, que luego se traducirán en una obra digna de su creador. Así como somos imagen de Dios, tenemos una naturaleza divina e inmortal porque somos la obra de un ser divino e inmortal. Proporcionalmente, las cosas que creamos llevan nuestro sello personal y son semejantes a nosotros. De esta manera, en todo trabajo, independientemente del valor económico que le corresponde, el hombre se dignifica y ennoblece a sí mismo, y hace que el mundo progrese y sea más humano. Por tanto, el trabajo es un instrumento mediador que le permite al ser humano humanizar y dotar de dignidad los seres que crea en el mundo. Un aspecto esencial de la naturaleza humana es el de su trascendencia individual y, por consiguiente, el de su trabajo. El ser humano después de la muerte puede trascender a través de las cosas buenas que haya hecho, que, en el caso del trabajo, corresponde a su contribución a luchar, desde su puesto, por una mejor humanidad. El valor de una profesión se mide por el grado de servicio que hagamos al bienestar general.
Debemos considerar que todo trabajo es digno, merece profundo respeto y tiene que ser justamente retribuido. Desde el trabajo de limpiar las cloacas hasta el de Presidente de la República, son puestos útiles e importantes al contribuir al desarrollo de la colectividad. Desde un punto de vista particular y subjetivo, sustentado en estereotipos sociales, los diversos trabajos tienen un determinado estatus y se los aprecia diferente en relación con otras ocupaciones en donde suele predominar el trabajo corporal; pero desde un punto de vista universal, que es el de la especie humana en su conjunto, no hay jerarquías en los trabajos: todos son necesarios e interdependientes. En suma, a través del trabajo cada individuo, de acuerdo con su vocación y aptitudes, se transforma a sí mismo y a la realidad existente, proyectándole sus valores humanos. Debe atenderse que el verdadero sustento de una profesión es la condición de persona. En el momento en que separamos nuestra humanidad de la profesión es cuando se termina privilegiando únicamente lo económico y lo material, y engendrándose una alienación en la que el trabajo se vuelve una mercancía, vendible al mejor postor. En toda actividad que deshumanice y haga perder los valores inherentes a la condición de persona, sólo por obtener dinero, tenemos la obligación, como miembros de la especie humana, de denunciar y rechazar.
Con base en la Declaración Universal de los Derechos Humanos, proclamada en París, el 10 de diciembre de 1948, en el seno de la Organización de las Naciones Unidas, pueden considerarse los siguientes artículos que, en torno a la dignidad del trabajo, siempre debemos velar por su cumplimiento:
Artículo 23. 1. Toda persona tiene derecho al trabajo, a la libre elección de su trabajo, a condiciones equitativas y satisfactorias de trabajo y a la protección contra el desempleo.
2. Toda persona tiene derecho, sin discriminación alguna, a igual salario por trabajo igual.
3. Toda persona que trabaja tiene derecho a una remuneración equitativa y satisfactoria, que le asegure, así como a su familia, una existencia conforme a la dignidad humana y que será completada, en caso necesario, por cualesquiera otros medios de protección social.
4. Toda persona tiene derecho a fundar sindicatos y a sindicarse para la defensa de sus intereses.
Artículo 24. Toda persona tiene derecho al descanso, al disfrute del tiempo libre, a una limitación razonable de la duración del trabajo y a vacaciones periódicas pagadas.[27]
La profesión tiene una dimensión específica de servicio, a través de la cual el individuo colabora al bien común de la sociedad. Esta inserción en la sociedad, le otorga al profesional:
•Una identidad propia (el nombre social)
•Una personalidad (un modo específico de mirar la realidad y actuar sobre ella)
•Una determinada posición social
La profesión es entonces lo que el hombre hace públicamente. Al ser una forma de actividad, la profesión es un trabajo. El trabajo es un acto propio del hombre, es un monopolio de la persona humana donde se ponen en juego las facultades superiores del nombre.
El periodismo es trabajo, pero ¿es una profesión?
LECCIÓN 6
Reconocer la incidencia de los valores en la formación de los Periodistas
Virtudes y valores en el Periodismo
Antoine, C. (2005). Qué enseñamos cuando enseñamos Deontología del Periodismo.
Yañez
Digamos anticipadamente que el periodismo es relativamente fácil de describir, pero difícil de definir o, al menos de encontrar una definición que agote todo su ser. Aunque existen múltiples definiciones (no todas ellas son coincidentes), la mayoría de ellas tienen un carácter descriptivo. El ser o esencia del periodismo difícilmente se agotará en la descripción de sus fines o funciones.
Suele mencionarse como la primera definición, aquella que dio el filósofo alemán Georg Hamann el año 1777: “narración de los acontecimientos más recientes y más dignos de recordar, impresos sin orden y coherencia especial”. Victor Hugo sostenía que el periodismo era una especie de subgénero de la literatura.
Como se puede apreciar, ambas definiciones responden a lo que era el periodismo en esa época y, por lo tanto, no reflejan fielmente lo que esta actividad es en la actualidad. Atendiendo a las nuevas circunstancias en las que se desarrolla la actividad informativa, Luka Brajnovic define el periodismo como “la búsqueda, reunión, redacción, transmisión y explicación de noticias generalmente a través de los mcs. El principal objetivo del Periodismo es la información, aunque no exclusivamente teniendo en cuenta las realidades prácticas de unos periodismos tendenciosos, supersensacionalistas o superfluos y moralmente dañosos”.
Para Eric Hodgins del Time, el periodismo es “llevar información de aquí y de allá, con precisión, perspicacia y rapidez, y en forma tal que se respete la verdad y lo justo de las cosas y así, lenta aunque no inmediatamente, se vuelva más evidente”. Una definición bastante completa (descriptiva) de periodista es la de la UNESCO: “cualquier persona, de cualquier nacionalidad, que tenga un empleo fijo remunerado como director, reportero, fotógrafo, cameraman o técnico de prensa, radio, televisión o servicio de noticias filmadas, que ejerza su profesión cumpliendo normas ético-profesionales; tal actividad profesional consiste en buscar, recibir o impartir información, opiniones, ideas, estudios o comentarios en publicaciones diarias o periódicas, agencias de prensa, servicios de radiodifusión, televisión o cine”.
Otra forma muy diferente de entender el periodismo y el rol de la prensa, es la visión marxista (clásica).
Lenin pensaba que un periódico es “no sólo un propagandista colectivo y un agitador colectivo, sino también un organizador colectivo”, y para Stalin la prensa era “la única arma con ayuda de la cual el partido habla a la clase trabajadora en su propio idioma, todos los días y a todas horas”. Para ambos y para los marxistas en general, la prensa es un instrumento de lucha política, es decir, un medio de propaganda y agitación política
al servicio de los intereses del partido. En este contexto, para Lenin era verdadero aquello que el partido determinaba como verdadero. La verdad en si misma no existe.
En general, las definiciones apuntan a designar todas las formas en que las noticias y comentarios sobre ellas llegan, a través de los mcs, al público. Pero sabemos que el periodismo es una actividad mucho más compleja y amplia que eso. Su “materia prima” es la noticia o la así llamada realidad noticiable.
Concebir, entonces, al periodista como un simple técnico de la información o recolector de noticias, es una reducción.
Desde nuestro punto de vista, hay una dimensión del periodismo, la ética, que si bien no agota la esencia del periodismo, sí se acerca mucho a ella. Poniendo el énfasis en esta dimensión, proponemos la siguiente definición: "el periodismo es el ejercicio de la recta conciencia profesional en la transmisión de la realidad noticiable, a través de la búsqueda, investigación, explicación y difusión de hechos noticiosos, mediante canales especializados, con el fin de servir a la persona humana y a la sociedad".
Como esta definición destaca la dimensión de servicio como uno de los rasgos que definen el periodismo como tal, partimos de la base de que lo que mueve primeramente al periodista es su profundo amor por la verdad.
¿Quién es periodista entonces? Según Francois Geyer, es periodista “todo trabajador de una empresa de prensa escrita o audiovisual que, en cuanto colaborador asalariado o colaborador exterior, regular o no, participa en la concepción y realización de la producción intelectual de esa empresa, bien sea en el texto o la imagen o bien en la confección de ambos elementos”.
Para la Real Academia de la Lengua, periodista es todo “compositor, redactor, autor o editor de un periódico” (20° Edición de 1984). Desde una perspectiva más bien ética proponemos la siguiente definición: “periodista es aquel profesional que, impulsado por el amor a la verdad, se esfuerza por desarrollar su vocación de servicio a través de la búsqueda, recolección, investigación y difusión de hechos noticiosos, ideas u opiniones, de forma competente y con una recta conciencia profesional”.
ACTIVADOR: ¿Quién es un buen periodista?
La pregunta que sirve de título a este capítulo tiene múltiples respuestas, dependiendo de la concepción que se tenga del periodismo. Obviamente no pretendemos agotar el tema, sino tan solo ofrecer algunas pistas al respecto. Comencemos al revés y analicemos quién sería un mal periodista.
En una primera aproximación digamos que es aquel que no es competente, es decir, aquel que no domina o conoce las técnicas y/o conocimientos propios de su área. Mal periodista es aquí sinónimo de mal profesional. Entonces, mal periodista es aquel que está privado de un bien que le es debido, aquel que denota ausencia de un bien que debería tener, por lo tanto, carece de la perfección que debería poseer en el orden técnico. Esto se traduce en una labor deficiente y/o negligente de su parte.
En una segunda aproximación, afirmemos que mal periodista es aquel que considera su profesión sólo como fuente de beneficios económicos o fuente de ingresos, restándole de este modo el carácter de servicio que tiene la profesión y la exigencia de realización y perfeccionamiento a través del ejercicio de la misma. Un periodista que ve en la profesión solo una posibilidad de generar recursos económicos, cederá fácilmente a la tentación del relativismo, ante las presiones políticas o ideológicas, o caerá frente a las tentaciones económicas o del poder y la fama.
Por último, mal periodista es aquel que libremente falta a la verdad en su acción informativa, como por ejemplo, a través de una noticia falsa o tendenciosa, o mediante la ocultación de una información, incurriendo en el sensacionalismo o atentando contra el honor y la honra. Entonces, mal periodista es aquel que libremente transgrede las exigencias esenciales de la naturaleza propia de la actividad periodística, y, por ende, no ordena la acción de informar a su fin último, a saber: dar a conocer la realidad noticiable.
Aquel periodista que en forma estable y sistemática falta a la verdad, se puede decir que es un vicioso, en el sentido que tiene una disposición estable hacia el mal. Entonces, mal periodista es aquel cuyos actos (periodísticos) no son conformes a la recta razón (ella es la que conoce sin error los fines que el hombre debe buscar con sus actos). Su actividad profesional, sus actos periodísticos, no se adecuan, no son conformes a la ley (moral) natural. Hay una reducción del orden del obrar (agible).
¿Qué implica ser buen periodista? Antes de responder esta pregunta, precisemos que la expresión “buen” se utiliza en un doble sentido. Por un lado hace referencia a la competencia del periodista, es decir, a su calificación profesional o técnica. Y por otra, alude al sentido ético, o sea, a su calificación moral. El primer aspecto pone el acento en el resultado de la acción periodística, en el “producto”, es decir, lo que importa es el resultado de la acción informativa, la noticia, por ejemplo. En el segundo caso, el énfasis está puesto en la acción misma, independiente del resultado.
En una primera aproximación podemos afirmar que un buen periodista es aquel que posee competencia en el desempeño de sus labores profesionales. Él tiene un dominio de todas las técnicas, conocimientos y procedimientos que son exigidos para ejercer adecuadamente su actividad, o sea, cuenta con una sólida formación teórica, que le permite llevar estos conocimientos a la práctica en forma correcta y con calidad.
En una segunda aproximación se puede afirmar que es un buen periodista aquel que ve en su profesión una vocación de servicio. Sabe que informar al público no es un capricho, sino un deber, que responde a un acto de justicia. Quizá, como ninguna otra profesión, el periodismo está “hipotecado” por esta vocación de servicio, que se traduce en un servicio al bien común, que es, en última instancia, un servicio a la persona humana.
La vocación es aquella voz interior que mueve al sujeto a realizar tal o cual actividad. Es un llamado íntimo, que inclina a la persona a realizar una actividad determinada y ante la cual cuesta mucho resistirse, pues hay en su origen una cierta predisposición del sujeto. La vocación de servicio supone poner en primer lugar el bienestar del otro y no el propio, el de la empresa, el partido o grupo económico.
Desde esta perspectiva, es un buen periodista no solo aquel que domina los aspectos técnicos o teóricos necesarios para una información de calidad, sino aquel que es capaz de hacer de su profesión una auténtica vocación. Lo externo –la técnica- facilita de alguna manera el ejercicio de la profesión, pero no la suplanta, pues lo propio de esta son los principios que la inspiran.
Por último, en una dimensión más profunda, buen periodista es aquel que traspasado por un profundo amor a la verdad, ejerce su actividad con una recta conciencia profesional, conditio sine qua non para un correcto desempeño profesional, pues le permite al periodista discernir sobre la bondad o maldad de sus actos informativos, evitar las tentaciones o aguantar las presiones. Con otras palabras, el buen periodista no desconoce la dimensión moral de su profesión, por el contrario, la promueve.
Al tenor de lo expuesto, se nos podría objetar que, aunque nuestra concepción del buen periodista es correcta, llevarla a la práctica sería imposible. De tal modo, nuestra visión del buen periodista es romántica, idílica, casi utópica. No desconocemos que puede ser difícil ser un buen periodista. La excelencia y calidad son siempre un gran desafío. No se debe volar como gallinas, si se puede volar como águilas. Aquellos hombres que han dejado un gran legado a la humanidad, entre ellos muchos periodistas, han debido superar grandes obstáculos.
(Yañez)
6. Necesidad de las virtudes cardinales en la labor periodística
De lo anteriormente dicho se desprende la importancia de las virtudes cardinales (prudencia, justicia, fortaleza y templanza) en la actividad periodística. Sin ellas difícilmente se puede alcanzar excelencia en dicha actividad. Aunque no es el lugar aquí para desarrollar las mencionadas virtudes, digamos que cada una de ellas se aplica perfectamente a la labor del periodista.
La prudencia, entendida como la recta determinación de los medios que hay que escoger para realizar bien una acción (la recta ratio agibilium), es una virtud (intelectual y moral a la vez) fundamental para el periodista. Ella es una suerte de “consejera” que le ayuda a discernir correctamente sobre sus actos informativos y lo dispone a actuar en forma justa.
La prudencia no menoscaba la información, por el contrario, la hace más sensata y convincente. Un periodista prudente es aquel capaz de prever las consecuencias de sus actos o de la omisión de estos, o ponerse en todos los “escenarios” posibles. A la prudencia le corresponde la orientación hacia la acción virtuosa, disponiendo un equilibrio en la elección de los medios y teniendo en consideración la complejidad de cada situación concreta y las circunstancias particulares.
Los tres actos de la prudencia son la deliberación o consejo, el juicio y el imperio. En el primero (deliberación) se ponderan las diferentes alternativas que se presentan. Se sopesan los pro y los contra. Acá es primordial ayudarse con el estudio o conocimiento de la realidad, de la imaginación, la memoria y la experiencia. La deliberación no se realiza sobre los fines de la acción, sino sobre los medios que conducen a ese fin. La deliberación da paso al juicio (segundo acto), es decir, se juzga acerca de los distintos medios al alcance y se precisa cuál es el mejor. Por último, el imperio, nos impele a la acción, pues no es recomendable deliberar “eternamente”.
Los tres vicios que se oponen a la prudencia son la precipitación, la indecisión y la negligencia respectivamente. Como partes integrales de la prudencia o virtudes asociadas a ella, tenemos la memoria, que nos ayuda a sopesar las experiencias del pasado; la docilidad, para dejarse aconsejar; la circunspección, para examinar con detención cada una de las circunstancias que rodean a la acción; la rapidez, para aplicar a la obra a realizar el conocimiento adquirido y la solertia, virtud mediante la cual la persona es capaz de enfrentarse con lo repentino, lo súbito y actuar con serenidad.
En el periodista debe prevalecer el juicio de prudencia, que podría traducirse en “pensar primero y escribir después”. La prudencia no es sinónimo de astucia o cálculo racional. Estimamos que no es necesario resaltar la importancia que reviste el ejercicio de la prudencia en la actividad informativa.
No menos importante es la justicia. Darle al público lo que corresponde y no necesariamente lo que éste pide es un gran desafío. Como sabemos, el mundo de la información es complejo. El periodista está sometido a muchas presiones. Muchas veces obtener la información se convierte en un bien arduo y difícil de alcanzar. Es justamente la fortaleza la virtud que lo ayuda a perseverar en la búsqueda del bien y, a la vez, a resistir las adversidades propias de su actividad.
La templanza, por su parte, modera sus apetitos o pasiones, evitando que caiga en una serie de tentaciones que conspiran contra el buen desempeño de su actividad. La paciencia, la humildad, la studiositas son también virtudes insoslayables en el recto ejercicio de la profesión informativa.
Precisemos, por último, que las virtudes no anulan las pasiones, necesarias por lo demás en cualquier actividad, sino que las regula y las somete al dictado de la razón.
Hay que tener presente que la universidad está al servicio de la sociedad y ha de formar profesionales con una clara vocación de servicio, la cual solo se puede realizar desde una preocupación por ser mejor para los demás. Esta búsqueda por mejorar, por crecer para los demás es el núcleo del deber de virtuosismo, el cual exige a cada informador una constante formación para ser cada vez mejor profesional.
La fortaleza es una de las virtudes cardinales que consiste en vencer el temor y huir de la temeridad.
Lo primero que hay que destacar en relación a la formación en virtudes es que su conocimiento teórico no implica necesariamente su puesta en práctica. Como precisa Soria, “los hábitos éticos no se pueden inculcar por la simple exposición de unos valores por atractivos o actuales que resulten. (…) No basta con postular valores desde fuera, es preciso lograr un clima comunitario en el que se facilite la conquista personal de
bienes prácticos desde el mismo núcleo de cada una de las personalidades jóvenes. La ética se puede aprender, pero propiamente no se puede enseñar”.
DESARROLLO
Este es el primer problema que se presenta al intentar formular un camino para la formación en virtudes: la ética propiamente no se puede enseñar, aunque sí es posible que sea aprendida. Así, el primer requisito para formar en virtudes a los futuros comunicadores es hacer patente con la propia vida su ejercicio, y ser testimonio de ese constante esfuerzo por ser mejor. Si el profesor termina por adormecerse en una tarea mecánica de enseñanza, no será posible que el alumno se acerque al deber de virtuosismo.
La universidad a través del trabajo intelectual, lo cual permite al docente aportar
en el área de conocimiento en el que se desarrolla. Sin investigación –a diferentes niveles- en una universidad, no habría legitimidad para exigir luego a los estudiantes que adquieran el hábito de procurar ser mejores siempre. Además, a través del desarrollo intelectual se les podrá ayudar mejor a los alumnos para que desarrollen un adecuado criterio.
información (…) el comunicador necesita criterio para distinguir bien al recoger y tratar los contenidos de la información antes de difundirlos. Y ese criterio no se inculca directamente; va unido al trabajo intelectual interdisciplinar que recibe en la Universidad y que con la experiencia se acentúa y se modela progresivamente”
Es a través del trabajo intelectual como se favorece el desarrollo del criterio, por esto se debe exigir al informador pensar porque únicamente pensando se llega a pensar mejor.
Además, no hay que olvidar que mediante esta exigencia se favorece la formación de hábitos. En particular, cuando esta exigencia de solucionar problemas se da bajo supuestos donde el tiempo es mínimo, lo que se logra es la formación de la solercia, hábito que permite dar respuestas acertadas en corto tiempo. En la información la actuación ha de ser rápida, sin caer en la prisa y precipitación.